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Trasciende muerte de El Changoleón; artesanos de Coyoacán rescatan sus restos

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Trasciende muerte de El Changoleón; artesanos de Coyoacán rescatan sus restos
Foto: (Créditos a quien corresponda) Trasciende muerte de El Changoleón

Coyoacán, Ciudad de México.-Tras publicar este medio una nota para recordar el paso a la fama en televisión de Samuel González Quiroz, más conocido como El Changoleón, artesanos de Coyoacán informaron que falleció el pasado 9 de febrero.

Con Soy Coyoacanense platicó el maestro artesano Hernán Suárez, Miembro Fundador de la Mesa Directiva de la Casa del Artesano de Coyoacán, quien explicó que Samuel González Quiroz (El Changoleón) se encontraba en situación de calle cuando lo aquejaban múltiples enfermedades.

Precisó que hace algunos meses, apoyaron a Samuel González para que ingresara a una casa de rehabilitación dada su condición de salud y de alcoholismo. El artesano no pudo terminar el tratamiento y salió rumbo a su amado Coyoacán, donde continuó con los problemas de salud,aunque ya lo estaba atendiendo un médico.

Fue en ferbero pasado, que sus dolencias lo aquejaron más e incluso una ambulancia se lo llevó, aunque más tarde lo regresó al centro de Coyoacán.

Posterior a ello, aunque parecía estable, El Changoleón simplemente se quedó dormido y no despertó, pues al parecer su corazón ya no resistió.

Como se recordará, este hombre saltó a la fama porque el conductor de televisión Facundo, lo sacó en su programa, y gracias a su espontaneidad y carisma, participó en repetidas ocasiones, en los shows Toma Libre e Incógnito.

Salvan sus restos

Integrantes de la Casa del Artesano, lograron que Samuel González Quiroz no terminara en la fosa común y mediante un crédito prestado por un colega, pudieron solventar de momento los gastos funerarios y de incineración para quien fue su compañero y uno de los fundadores del espacio de artesanos que se ubicaba hace más de 18 años en Coyoacán. Lo que posteriormente, con su reubicación, dio pie a la existencia del Mercado Artesanal Mexicano y la propia Casa del Artesano.

Por ello, se extiende a la comunidad que pueda apoyar económicamente a la causa, dirigirse con el maestro Hernán Suárez en la Casa del Artesano, pues hacen falta próximos pagos de estos servicios funerarios.

Por ahora, la urna con las cenizas del recordado personaje, está resguardada en la Casa del Artesano, mirando a su amado Jardín Centenario.

Un querido coyoacanense

Tal como relató Hernán Suárez, Samuel González Quiroz, El Changoleón, era un coyoacanense de corazón. Su madre era comerciante del centro de Coyoacán, y desde pequeño creció en este destino.

Fue un librepensador prolífico y extraordinario artesano, que realizaba piezas hermosas, que ya casi no se ven.

Su alma mater fue la Universidad Nacional Autónoma de México, donde estudió psicología y fue maestro. Pero la vida académica no era lo suyo, así es que se encaminó al arte de la joyería.

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Infortunadamente, cayó en una profunda depresión que lo llevó a enfermar de alcoholismo, mal que finalmente acabó con su vida.

Del muro de Francisco Hernández

Homenaje de Francisco Moreno para Samuel

Uno de sus colegas, el artista Francisco Moreno, virtuoso escritor, le dedicó un texto a Samuel González El Changoleón, un texto en honor a su vida, denominado “Samuel: hijo de la anarquía”, que compartimos íntegro.

“Una marea social y cultural arrasó sin permiso a los hijos de la segunda mitad del siglo XX, inoculó a sus vástagos, sembró ideales en todos, y de los sueños brotaron flores psicodélicas, voces y cantos, puños y barricadas, éxtasis y alucinaciones. Los frutos nuevos tenían diversa textura y sabor, comimos de ellos y nutrimos nuestro pensamiento, la libertad tomó nuestras manos y marchamos sobre las grandes avenidas y plazas. Convertimos el espacio público en escenario de nuestra expresión.
Absorbimos lo que acontecía, fue nuestra piel una diáspora sedienta, y ávidos de experiencias no nos percatamos cómo y porqué sucedían las cosas, bebimos todo cuanto saciaba nuestra sed, solo pasado el tiempo reparamos en cómo transformó nuestras vidas. No hay culpables ni verdugos, tampoco víctimas o mártires, somos una generación parteaguas, dormimos y despertamos convertidos en escarabajos.
Salimos a las calles y bailamos, dejamos libre a la libertad, y muchos la trastocaron haciéndola libertinaje, fuimos parte de un todo y cada uno un micro cosmos. Unos rompieron con fuerza la cadena familiar, otros la social, el color de nuestra piel se tornó la misma, las mujeres tomaron su lugar, exigíamos derechos, expresamos y nos arriesgamos a levantar la voz.
Samuel tenía 18 años cuando el movimiento del 68 fue ferozmente aplastado, él es hijo de la universidad y sus islas, fue amante de la música y del pensamiento crítico, desenterró arquetipos y éstos lo devoraron, enfrentó al monstruo capitalista, la herrumbre del sistema le sacó llagas y con el anhelo por descubrir el paraíso se puso la gabardina anarquista para buscarlo.
En la década de los ochenta el espacio público de Coyoacán era una aldea en la cual deambulaban muchos de estos hijos, la mayoría cargaba ilusiones en su morral y tenían los bolsillos llenos de proyectos, sus afanes los llevaron a recorrer dos décadas más. Samuel fue ante todo un irreverente, un loco sensato pues comulgaba con sus instintos, la plaza fue uno de sus hogares, la pandilla que ahí vivimos nos cobijábamos entre tequila y largos churros de marihuana, hubo unos que en su alocado afán sucumbieron a la mirada de medusa para convertir su vida en piedra, hay tantos que yacen en lápidas sin epitafios.
Samuel sabía que comer era clave en su vida, y eso lo aplicó siempre, pues a pesar de que fue un férreo amante del dios Baco, siempre atesoró su cuerpo. Un vagabundo no es un loco, vivir en las calles no siempre es una consecuencia, hay quienes toman la decisión de habitarla de noche, amanecer en las bancas y bañarse en las fuentes. Samuel fue uno de ellos.
Su temperamento agresivo era una máscara, pues cuando se permitía dialogar brillaban sus ideas, en el fondo tenía miedo, y seguramente la soledad fue su mejor compañera. Los nubarrones que produce el alcohol ensombrecen la lucidez, merman la templanza y derriban la voluntad. Samuel vestido de anarquista recorrió las jardineras, las calles de la plaza, los basureros y los callejones, no eran fácil ser su amigo, era iracundo y sarcástico pues exigía tanto que juzgaba a todos con la espada empapada en vino; no puedo olvidar que su mejor disfraz era ponerse en guardia.
Heredero de los años sesenta, su mente perdió la brújula pero encontró en la ciudad su mejor guarida. Un anarquista no acepta autoridad alguna, pero sí sabe aprovecharla, trata de someterla. Y a pesar de que un personaje productor de risas a costa de los demás lo sedujo y nombró en un sujeto público conocido, él sacó más raja de ello que a la inversa. Facundo se convirtió en rémora de Samuel.
Reconocer a Samuel como se le recuerda hoy es un banal nombramiento publicitario, atrás de esa imagen hay un ser humano hijo de los sesenta, un espécimen poco común como algunos que aún deambulan anónimos por la ciudad. Fue el alcohol un bálsamo que le proveía de energía para seguir sus aventuras, sus andanzas sin dulcinea, pues todas las mujeres le parecían bellas. Su vida no fue decadente, él siempre fue congruente. Pero como el tiempo merma el empeño Samuel transitó el umbral de la elocuencia y se quitó el abrigo, se cortó el cabello y dejó de beber.
Samuel se ha ido, pero nos queda su vitalidad y esperanza, esa que heredamos los que abrevamos de los años sesenta y vagabundeamos en los ochenta, esos que aún esperamos encontrar o construir un mundo mejor que habitar”.

Francisco Moreno, 9 de febrero del 2023.

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